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Foto del escritorJaime Roch

La iconografía del toro en Valencia

Actualizado: 6 jul 2020


Cuando nuestros antepasados se asentaron en las tierras que hoy conocemos como Comunitat Valenciana, el toro salvaje, el Bos branchyceros, descendiente del legendario Uro, campaba a sus anchas por montes y llanuras -la huerta valenciana era antes una zona de marismas porque la tierra y el río Turia confluían-. Un testimonio documental de este hecho son las más de treinta figuras de bóvidos halladas en la Cueva del Parpalló (Gandia), de unos 16.000 años de antigüedad. En este enclave se ha encontrado el mayor conjunto de arte mueble prehistórico de Europa, con figura con dos cuernos que representan toro.



Según Diodoro de Sicilia, el toro era un animal sagrado para los íberos porque son constantes los testimonios que nos brindan los vestigios almacenados en museos y en los libros de historia. Otras civilizaciones como El Antiguo Egipto o Babilonia, en las cuales el toro era representado en forma de reposo, descansando, la iconografía táurica ibérica muestra al animal encampanado, en postura fiera o actitud de embestir. Demostrando de esta forma su bravura.



Así lo manifestó Césareo Sanz Egaña en Historia y bravura del toro de lidia cuando aludió a la imagen del toro en las monedas ibéricas de Arse (Sagunto): "En las monedas ibéricas de la región saguntina hay un trióbolo que tiene un toro engallado y agresivo" y este hace referencia a la obra de Antonio Vives Escude, La moneda hispánica. En ese sentido, el veterinario madrileño también apunta en la misma obra que "en las misma monedas iberoamericanas de tipo antiguo hay varios semis e Ampurias que representan un toro corriendo con un brazuelo doblado, a veces, con la cabeza bajada en actitud de embestir".



Vives aseguró que la imagen del toro también existió en las monedas de Posidonia, Siracusa, Masilia (Marsella). El toro era una entidad sagrada para los iberos, representado de manera hierática como se puede apreciar en el Museo Arquológico de Sagunto; lo que al íbero le atraía de verdad era la soberbia dinámica del toro enfurecido, bravo. Por eso el impacto de su comportamiento agresivo derivó en la impresión de su imagen en las monedas de su tiempo.



El Vaso de Llíria, conocido como El Vaso de la Doma, que se encuentra en el Museo de Prehistoria de Valencia, retrata la valentía de un guerrero, al que se le podría poner la vitola del primer torero, por su postura de enfrentamiento hacia el toro. La imagen de este gran friso traduce la voluntad del poder a poder, de la inteligencia humana frente a la fiereza brava del animal. Es decir: se aprecia la escena de “la doma” en la que se observa cómo dos personas intentan enlazar un toro.



En Valentia, cuando la capital valenciana estuvo inmersa en el Imperio Romano, existía, como recuerda el profesor Ribera en Historia de Valencia, “contando los de Valentia y Saguntum, en toda Hispania solo se conocen a ciencia cierta ocho circos, tres de ellos en las capitales de provincia Tarraco, Emerita y Corduba”. Más en concreto, la existencia de un circo en la valenciana calle La Paz, como exponen Navarro y Palos en Disertación sobre el Teatro y Circo de Sagunto, adopta importancia para trazar la historia de la tauromaquia valenciana: “En él se realizaban juegos como el gymnico; el de Troya, la montería, la lucha pie y a caballo y la naumaquia”. En la mayoría de estos juegos se utilizaba el toro, presente en la cultura mediterránea desde siempre.



Los visigodos, que tomaron prestadas algunas costumbres de los romanos, también mantuvieron viva la llama del toreo en sus combates frente animales bravos en la capital valenciana.




Asimismo, Rodrigo de Borja, papa con el nombre de Alejandro VI, fue un gran taurino. De hecho, Valencia celebró su acceso al papado en 1492 con una gran corrida de toros en la plaza del Mercado, tal y como refleja Bartolomé Bennassar en su obra Historia de la tauromaquia. Una sociedad del espectáculo. En esa época, tal y como refleja Ximo Company en su obra Els Borja: espill del temps, el toreo también llegó a la nobleza y se celebraron numerosas corridas de toros en la Plaza del Mercado de Valencia y, el resto, en la plaza de Predicadores o Santo Domingo y Llano del Real. Precisamente, en las antiguas Cofradías de Nobles, bajo el mandato de Felipe II, nacieron las Reales Maestranzas de Caballerías. La finalidad de las mencionadas cofradías era potenciar los espectáculos ecuestres y fomentar la cría de los caballos españoles.


Más en concreto, en “Diario de Valencia” aparece publicada la reseña de una corrida de novillos el 17 de julio de 1790: “En el Grao de esta ciudad, mañana 18 a las 4 de la tarde, habrá una corrida de novillos”. A partir de ahí, como se ha podido comprobar, habrá toros en diferentes plazas de la ciudad como al actual de Tetuán o las puertas de Serranos hasta que el 20 de junio de 1859 se inauguró la actual plaza de toros de Valencia gracias al Hospital General.


Fotos: Jaime Roch

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